por Herbert Mujica Rojas
22-1-2007
¡Sicarios políticos!
¿No se regala, con exquisita simpatía vendepatria, todos los días, vía
televisión, radio y diarios cómplices, el ex ministro toledista del
TLC (fungía estar en Comercio Exterior), Alfredo Ferrero Diez Canseco,
al gobierno de Alan García Pérez? Bien advirtió hace muchos lustros,
Luis Bedoya Reyes, que los técnicos se alquilaban. ¿Y esa merced
conductiva es nueva o de reciente data? ¡No lo parece! Por tanto,
cuando era titular Ferrero, ya estaba con propósitos de obsequiar al
país. En buena cuenta ¿qué hacen los sicarios?: asesinan. ¿Y, no es
matar a un país, canibalizarlo de a pocos, vía concesiones, tratados
inequitativos, asimétricos, dañinos a la producción peruana?
Dos temas ineludibles que pasan por la ética y la responsabilidad
política. El primero que denota, con mayúscula sinverguencería cómo un
ex funcionario público del gobierno que culminó sus días en la
absoluta orfandad, graficada en la pobreza electoral de abril, cual
ramera de libre disposición (el mercado manda), carente de sindéresis
o cualquier lealtad, abdica de lo anterior y se oferta cual mercancía,
a los nuevos inquilinos de Palacio. Segundo, los controles políticos,
Congreso y partidos, ¡NO existen! En el Establo a nadie inquieta la
veleidad de Ferrero Diez Canseco y la agrupación política que dio el
triunfo a García, el Apra, no tiene representación, fuerza o
significación a nivel de gobierno.
La especie mañosa, muy bien edulcorada vía los miedos, plenos en
especímenes de esta ralea, es que hay un divorcio entre tecnócratas y
políticos. Mientras que los primeros tienen la llave mágica de las
soluciones en tiempos de globalización; a los segundos, corresponde la
cháchara en forma de debate y ningún crédito. Sin embargo, el gobierno
es un arte político que va de la mano con lo económico. Lenin, el jefe
bolchevique, que contrató con Armand Hammer para la explotación
petrolera, tuvo el acierto de poner un comisario político al lado de
los tecnócratas. Cuando la naturaleza profundamente traidora de éstos,
afloraba, el paredón de fusilamiento cumplía su labor profiláctica.
Pero, pedir aquí eso, es casi un disparate.
¿Hay precedentes? ¡Cómo no! Hay multitud de ex funcionarios estatales,
poseedores de secretos e información confidencial privilegiada que
luego, vía el mercenarismo dolarizado, se pasaron a empresas privadas
y ¡lo que es peor! litigaron contra el Estado al cual "servían" poco
antes. Recuérdese el caso flagrante y escandaloso del ex Defensor del
Pueblo, Jorge Santistevan de Noriega que del cargo público migró a
Telefónica, la empresita ibérica ladrona per se y expoliadora. En
cualquier caso, los dólares fueron argumento convincente e
irrefragable para persuadir a los vectores a hacer o decir todo lo
contrario. ¡Harían lo propio si otro misil en moneda verde y dura, los
vuelve a encontrar útiles a sus causas sicarias!
Esto ocurre porque en Perú los organismos naturales de control sufren
orfandad de fuerza desde las bases o son parte del diseño perverso y
cómplice que aplana la protesta y el soliviantamiento ante hechos
aberrantes y que debían ser censurados per se. Los miedos se manejan
según el avisaje publicitario. ¡No se toca a nadie que los sufrague en
grado sumo! ¿De qué otro modo, se explica, por ejemplo, la neumática
de silencio ante los atropellos, cotidianos, sempiternos, abusivos
todos, en que incurre San Dionisio Romero Seminario y su banco? ¡Qué
le van a decir, si muchos mercenarios y sicarios, entre periodistas y
políticos, viven de la bondad interesada y mercantil de este
individuo! ¿Acaso no tiene pandillas de abogángsteres y jueces a su
servicio particular? Sólo por citar un caso.
El rechoncho ex ministro, cual hurí obesa, se regala a ver qué pesca
en este gobierno. Esta administración, la del señor García Pérez, es
muy afecta a esta clase de tecnócratas y, por definición, éstos tienen
que tener altas cuotas espirituales de negación del Perú para ostentar
la sinverguencería arrodillada de que hacen gala cuando mal negocian y
descuidan los intereses del pueblo peruano. Son alquilables elementos,
sicarios de ocasión, rufianes de saco y corbata. El problema no son
ellos, sino ¿dónde está el contralor de la vida pública y política
porque no funcionan los canales formales?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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