Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
26-10-2025
Si del cuero, salen las correas….
https://senaldealerta.pe/si-del-cuero-salen-las-correas/
Sin lugar a dudas o hesitación posible, las castas políticas
son el vivero de donde emergerán los nuevos diputados y senadores. Más
precisamente, los que ejercerán desde el próximo año y algunos de novedosos ¡no
tienen ni el nombre, ni qué decir de cero inteligencia!
Es muy probable que algunos, premunidos del pendón cívico de
NO ser sospechosos de robos o tráfico de influencias en su acción pública,
logren ingreso en la llamada Cámara alta. No obstante y para pesar del Perú, la
inmensa mayoría de postulantes lleva consigo el estigma de sospechas y pésimos
comportamientos en sus cinco minutos de gloria.
Algo similar se aplica a diputados. Si por sus obras serán
conocidos, entonces la conclusión aterradora es que mucho más de lo mismo y
¡hasta peor! es lo que aguarda al país en diputados. No es patriotismo, valores
cívicos, principios inabdicables y morales, es vanidad inane, amor al dinero
público y devoción por el tráfico de influencias por venir.
Reza el dicho: si del cuero, salen las correa….
Volvamos al Senado.
Cámara Alta o Reflexiva le
han llamado, por años, algunos. Usina de mejores leyes por la “experiencia” de
sus integrantes, dicen otros. Lo cierto es que el Senado desapareció luego del
golpe de Estado de Fujimori el 5 de abril de 1992 cuando cerró el Congreso. Y
aunque a muchos cuesta admitirlo, con alborozado apoyo popular.
Kenya Fujimori supo leer el
descontento ciudadano con el Congreso en 1992, tema que ya venía de antes pero
que estalló entonces y cerró el Congreso ese domingo 5-4-92. Al día siguiente,
las marchas de protesta de los propios legisladores y pequeños grupos
ciudadanos, no logró revertir el suceso.
La fábula que el Parlamento
no dejaba “gobernar” a Fujimori se instaló firmemente y millones aplaudieron,
sin sospechar el carnaval desenfrenado que montarían vendepatrias, regalando
las empresas y recursos a precios de coima y delito, el que se vino y cuyas
consecuencias están vigentes hasta nuestros días.
Para los reeleccionistas el
Congreso, unicameral o bicameral, es en esencia no una tarima de denuncia y
agitación de causas populares y elevación de la conciencia cívica y protestante
del pueblo, sino un modus vivendi que paga viajes, compras inmobiliarias,
garantiza invitaciones a embajadas y legaciones, bolsas o colectas sin
comprobantes o certificados de ninguna especie para agilizar el tráfico de
influencias en todas las entidades del Estado.
En suma, los repitentes (ex
legisladores por largos períodos) han conseguido la técnica de succión de la
cansada ubre del Estado con métodos ora refinados, ora palurdos y sólo para
beneficio propio o el de sus robustos contratantes a la sombra. Succionan los
fondos que el pueblo paga con sus impuestos y logran muy rápido la impunidad de
que son homenajeados por los que debieran meterlos presos de por vida.
¿Años equivalen a experiencia
y sabiduría? Eso lo dicen quienes han envejecido y saben que en sus pueblos de
origen nadie los quiere, por eso, hay que montarse en la oportunidad de una
guarida como la que pareciera asomar vía el Senado.
Excepciones sin duda que las
hay y sé, a ciencia cierta de varios honorables señores y señoras que guardan
vocación patriótica. Desafortunadamente, y los números no mienten, son absoluta
minoría en este mar de vanidades en que las anchovetas se creen delfines.
Como los clubes electorales,
porque en Perú NO existen los partidos políticos, son apenas sumas de apetitos
y angurrias, los más viejos –siempre tozudos- se creen con el derecho de
postular al Senado y la manida “experiencia” y “presencia” son sus mejores
cartas.
Lo divertido es que un 95%
ingresó al Congreso con tartamudez cerebral permanente y con los años la tara
aumentó sus infames síntomas y Perú es testigo de lo que dicen estos
personajillos de cuarta o quinta categoría.
Sin pecar de profetas del
infortunio, sí es pertinente exigir lógica y matemáticas: si del cuero, salen
las correas, el negro futuro está a un paso.
¿Significa aquello que hay
que tumbarse todo? Quien o quienes pretendan arrasar sin siquiera mostrar la
capacidad de organizar algo razonables para los 33 millones de peruanos, es un
vulgar camorrero que no aporta nada. Y hasta donde se sabe, la nada no construye
ni edifica porvenires sociales.
El diseño de la democracia
electoral vigente, impulsa un grotesco mosaico de opciones que apuesta por la
vanidad insufrible de narcisos irredentos o de cómplices que requieren que las
“mayorías” electorales sean de 10 ó 15%. Las segundas vueltas son acumulación
de votos e ilusas convicciones de mayorías que se hacen añicos ante el primer
tropiezo.
Duro pero inevitable. Tal
como se ve el panorama electoral, el proceso del 2026 no solo consagrará a
“mayorías” endebles y anémicas, sino descoyuntadas de cualquier esfuerzo
nacional, orgánico, común, en el que participen millones con su buena voluntad
y talento.
Existirá, también, el nadir
de viejas colectividades que no supieron ser honestas y dejaron que
delincuentes, arriba y abajo, se apoderaran de recursos, asaltaran al Estado y
burlaran el ejemplo de promociones enteras cuando apenas tenían tres destinos: encierro,
destierro, entierro.
Mientras que la comprobación
que todo tiene ese derrotero fatal no sea entendida y asimilada, la dinámica
seguirá cuesta abajo la rodada. ¿Perú merece semejante mal destino deprimente y
ayuno del porvenir que nos debía una victoria como anunció Manuel González
Prada?
Una juventud creativa y
valiente tiene el imperativo de barrer y cancelar a una costra política que
hiede en su miopía y produce naderías en cantidades industriales.
¡Atentos a la historia, las
tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el
gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y
tácito de hablar a media voz!

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