Covid 19 y salud mental
por Jorge
Smith Maguiña; kokosmithm@hotmail.com
http://senaldealerta.pe/pol%C3%ADtica/covid-19-y-salud-mental
22-10-2020
Crónicas
corovirales 13
La pandemia
ocasionada por el Covid 19 ha afectado a casi todos los países del mundo quizás
no en forma simultánea pero sí en forma equivalente. Se ha intercambiado por
zoom cómo se vive la experiencia y el impacto en países como Rusia, España, México
y el mío que es Perú y veo cuánto hay de equivalente frente a esta inédito
flagelo. Nuestras respuestas pueden haber sido diferentes, pero nuestras
reacciones a nivel individual, en el dolor que nos causan, aunque somos
sociedades muy diferentes, son equivalentes.
Al ser la
pandemia algo todavía en curso, es todavía difícil ver qué nuevos paradigmas y
sus posibilidades puedan ya configurarse tras esta crisis. Vamos a vivir, me
temo, en un permanente “durante, el covid 19”. No sé en cuál de nuestras
sociedades, la rusa, española, mexicana o peruana, se podrá hablar de un
después.
El enemigo
esta vez es invisible y sus consecuencias no son sólo de tipo económico como lo
fue la crisis del 2008. Para una crisis sanitaria como la del coronavirus, la
solución necesariamente va a ser al principio y sobre todo, de carácter médico
por no decir científico. Solo la vacuna podrá ser definitivamente la primera
fase de su real solución. Mientras tanto las mejoras en el tratamiento y de
disponibilidad hospitalaria son medidas de alivio y las desordenadas medidas
económicas que se están tomando en cada país, pueden ser medidas provisorias
por no decir momentáneas, para una crisis mayor, sobre todo en lo laboral, que
vendrá después.
Desde mi
óptica de psicólogo, de alguien cercano a la forma cómo los ciudadanos de a pie
viven sus trastornos mentales, no diría necesariamente los traumas más graves
que precisan un tratamiento muy medicalizado o internamiento psiquiátrico, sino
un tratamiento basado en la psicoterapia, puedo decir que hay cuatro temas o
ámbitos que he percibido que en relación a la pandemia tocan la salud mental y
que todavía existen o persisten, en forma sucesiva al comienzo, y ahora podemos
decir de alguna manera, en forma simultánea.
Lo cierto
es que las consecuencias psicológicas de esta pandemia contaminan casi todas
las dimensiones de nuestra existencia, tanto la individual como la colectiva.
Creo que hay cuatro ámbitos muy ligados a los impactos de la pandemia, tres de
los cuales muy ligados a la salud mental y uno con consecuencias indirectas a
la misma. En los tres primeros no encuentro nuevos paradigmas visibles, pero sí
en el cuarto, aunque estos son todavía paradigmas muy difusos. Las necesidades
suscitadas por la irrupción de la pandemia, ha llevado no a que aparezcan pero
sí a que aceleren su concretización. Me refiero a los avances tecnológicos.
Estos
cuatro temas son:
1. El miedo al contagio y a la muerte
Ambos son
temas que siguen vigentes, pues al desatarse la pandemia, después de un
escepticismo inicial de que el coronavirus fuese letal y perdurase, se tomó
conciencia de que este virus sí era letal, a diferencia del sida o del ébola
cuyo contagio tenía una gestación más lenta y un posible tratamiento. Sobre
coronavirus se descubrió no sólo que era letal, sino algo inédito sobre lo cual
no había tratamiento conocido, ni existía vacuna alguna que por lo menos
indirectamente pudiese neutralizar los violentos efectos de este virus. Ser
objeto de contagio, por este nuevo virus, equivalía de una manera u otra a
estar condenado a muerte y ni siquiera a una muerte lenta, sino a algo que te
iba a llevar en cuestión de días a la muerte.
El pánico
en pocas semanas fue total, simultáneo y universal pues comenzaron a haber
brotes por doquier. La prensa, poco prudente, aumentó exponencialmente el
pánico en la gente, y con su cotidiana entrega de noticias e imágenes de hospitales
atiborrados, gente muriendo en las calles, agonizando en los pasadizos de hospitales,
morgues repletas de cadáveres y gobiernos desorientados sin saber qué hacer.
Sobre este
gusto morboso de mostrar la desgracia y el sufrimiento, ni la prensa escrita ni
audio visual mostró un mínimo de prudencia en transmitir con la serenidad
debida lo que estaba ocurriendo. Sobre
esto no hay todavía nuevos paradigmas ni posibilidades. No creo por lo
mismo que la prensa, menos aun la prensa amarilla, mejore después de la
pandemia. Ella busca siempre, morbo, violencia y muerte y con la pandemia
tenían para empacharse. Ni siquiera tenían que buscar la noticia, esta venía a
ellos. Una cuestión es la pandemia, ya grave en sí y otra es la presentación
dramática de ésta, con sus inevitables consecuencias de pánico
2. Tema:
la secuela fúnebre del coronavirus. El duelo imposible
Conforme
iba avanzando la irradiación del contagio, agregándole un aditivo al miedo al
contagio y argumentando razones sanitarias, se tomó la decisión en Perú y
muchos países, de que los enfermos contagiados o en fase terminal, ya no
pudiesen ser visitados por sus parientes en los hospitales.
El temor
era que al visitarlos se pueda ser contagiado y a su vez irradiar al contagio,
al no darse cuenta que uno podía ser asintomático, o sea no ser contagiado pero
sí transportar el virus.
Poco a poco
se tomó conciencia de que la muerte de la persona amada, del amigo, del vecino
o un familiar se convertía en algo solitario, doloroso para quien moría pues no
podía despedirse y doloroso para quienes quedaban, los cuales tenían que asumir
esa pérdida. Lo que uno desea es morir en paz o que quien amamos muera sin
sufrir y en paz. De alguna manera ni una de estas dos situaciones era posible y
por lo mismo, los deudos que han sobrevivido dichas repentinas muertes han
vivido y de alguna manera siguen experimentado estas muertes como un
traumatismo doble o hasta triple.
La muerte en
su consecuencia real, no es sólo muerte, sino ausencia, sentimiento de pérdida
y proceso de duelo, al inicio vivido como algo colectivo pero después vivido en
forma individual.
Todas esas
fases cuestionan nuestra ya frágil estabilidad psicológica. Son comprensibles
pues las medidas sanitarias al comienzo no permitiesen que haya velorios y los
entierros se hacían en forma expeditiva y a veces hasta en forma clandestina.
Las urgencias sanitarias quizás hacían comprensible estas decisiones, pero eso
no quita que dejen de haber sido dolorosas e inevitablemente traumáticas. Mis
colegas psicólogos y yo mismo, podemos dar testimonio de eso por la aluvional
demanda terapéutica que existe en la actualidad.
Ya la gente
suele tener problemas para asumir una pérdida en condiciones normales, pero peor
aún cuando esta pérdida se da en una forma repentina, y peor aun cuando ni
siquiera hay el alivio de un adiós póstumo.
Sobre este
punto, gracias a los despistajes y las formas de prudencia que se fueron
concretizando para evitar el contagio, sí podemos decir que han comenzaron a
configurarse nuevos paradigmas concernientes a la higiene, pero en mucho
basados en el sentido común, como el lavado de manos, el uso de mascarillas o
un prudente distanciamiento al tener que contactar a alguien.
Por ensayo
error se descubrió que algunos medicamentos, en algo podían paliar la pandemia
en su fase inicial y se tomó conciencia también que las personas no
necesariamente morían.
Con la
debida prudencia se comenzaron a permitir también los servicios funerarios con
la presencia de los deudos y ya nos es obligatoria, como lo fue al comienzo la
cremación de los restos, que se prevía como la sola posibilidad de evitar el
contagio, por el temor comprensible de todo aquello que como fuente de contagio
podía irradiar el cadáver de la persona muerta por covid19.
3er Tema. El confinamiento
Esta fue
una decisión tomada prácticamente en todos los países en los meses de abril y
mayo. Es una situación que muchos recordaremos con traumatismo y amargura al
recordar este año, pero sobre todo los niños y las personas vulnerables.
Ademas,
comenzó a aparecer el pánico sobre las personas que por una razón u otra, tenían
que estar en una situación de confinamiento, como el caso de los jóvenes que
están en los reformatorios cerrados y por lo mismo privados de libertad.
Puedo
hablar con alguna autoridad sobre el tema pues durante la pandemia di una
capacitación en el Puericultorio de Lima, donde viven los niños sin familia o
que han sido abandonados y sé de primera mano de las dificultades inéditas con
las cuales tenían que lidiar los cuidadores, educadores y psicólogos que están
en el día a día con estos niños y adolescentes, los cuales a veces tienen,
algún pariente que los venía a ver de tiempo en tiempo y que era su único nexo
familiar con el mundo real. Ahora con la pandemia, el mundo exterior era un
mundo peligroso debido al contagio y nadie podía venir a verlos y menos aun
ellos ir a visitar a aquel pariente con el cual habían establecido contacto,
después de haberlo perdido por años o
incluso sin saber que dicho pariente existía.
Recuerdo lo
difícil que fue para los cuidadores de un pabellón del Puericultorio el decirle
a una niña y su hermanita menor que viven allí, que su madre con la cual habían
establecido contacto después de años, acababa de morir de covid19. Estas, como
pueden imaginar, son situaciones límites y en las cuales al dolor difícilmente
reparable del abandono, se agrega el dolor de la pérdida repentina de una
persona amada o con quien se busca una reconciliación. Son situaciones que
dejan huellas muy difíciles de procesar. Son duelos casi imposibles de sobrepasar.
También
tuve ocasión casi inmediatamente después del Puericultorio, de dar conferencias
de capacitación para el personal que se ocupa de los Programas Nacional de
Centros Juveniles, que en Perú se llama PRONACEJ, por sus siglas. En Perú
PRONACEJ, tiene más de treinta dependencias. Allí también muchos adolescentes viven
un confinamiento obligado por la ley, pues aunque no condenados, son
adolescentes y jóvenes privados de libertad. El confinamiento para ellos de
alguna manera era doble, pues el mundo de afuera era también al momento inicial
de la pandemia, un mundo excesivamente peligroso por el contagio.
La dedicada
labor de quienes trabajan en estos centros, ha permitido que dicha
incertidumbre para los jóvenes encerrados, atenúe el peso del confinamiento y
se convierta en ansiedad o angustia permanente y dé lugar a depresiones
diversas con consecuencias imprevisibles.
Para el
mundo de afuera, el de nosotros, ciudadanos de a pie, el confinamiento ha sido
vivido en forma muy traumática, desde ya porque no era algo voluntario. Decía
desde ya, pues así lo ha sido para los adultos y desde ya para los niños
menores. Estos, de un día al otro, se encontraron privados de ver y jugar con
sus amigos. Lo central en el uso del tiempo de un niño es el juego. A los
adultos les gusta jugar con sus niños pero a los niños les gusta jugar entre
ellos.
Para ellos
esta época, como el año en que no hubo escuela, que no podían jugar con sus
amigos, de no corretear en el parque y mas bien el tener que estar sentados dócilmente
a lo largo del día con sus padres y no
comprender por qué se repetía tanto y a cada rato la palabra pandemia en la
televisión, por qué había tanta gente llorando fuera de los hospitales, por qué
sonaban tanto las sirenas de las ambulancias y por qué sus padres parecían tan
preocupados y porque al estar encerrados sus padres, los cuales en épocas
normales tenían agendas distintas y una conversación variada.
La pandemia
son hechos reales, pero sobre todo una atmósfera, como se dice ahora, una atmósfera
tóxica.
Los padres
sólo hablaban de la pandemia y a veces la excesiva cohabitación, hacía a los
padres discutir sobre cualquier cosa intrascendente, a ofuscarse, a levantarse
la voz y tenerlos a los niños como testigos involuntarios, como el no fumador
que también respira el humo. Era la situación ideal para que se construya un
trauma.
Conciente
de la gravedad de esta nueva situación, en mayo y junio comencé a escribir unas
crónicas que denomine crónicas
corovirales y acuñé también el término corovilenials,
para denominar a esta generación de niños, que asociarán su infancia con estos
aciagos y traumáticos días del confinamiento que les robó parte de su inocencia
y los desterró un poco de su niñez aventándolos de un porrazo al mundo de los
adultos, al de sus angustiados padres que no solo estaban temerosos del
contagio externo sino también sobre si tendrían o no trabajo después. Lo peor
era el nerviosismo que tenía cualquier familia al responder el teléfono, pues
era para saber que el amigo, el tío o el abuelito había muerto de este virus.
Lo que sí
queda claro de esta pandemia, es que es un evento que un niño ha compartido con
los niños de todo el mundo, pues los corovilenials
serán parte de esa generación que aprendió lo que era el miedo antes de aprender
a leer, y que de alguna manera, aprendió y se dará cuenta después, cuando
visite otros mundos, que frente a situaciones límites o enemigos como el
coronavirus todos estamos en un mismo y frágil barco y que ojalá eso les haga
pensar, que hay que ser mas solidarios.
Sobre esto,
también, temo que no se ven en el horizonte nuevos paradigmas. El ser humano es
un animal bastante autodestructivo y con un proceder errático. Hoy, en plena
pandemia, en los lugares de conflicto,
con confinamiento o sin él, sobre todo en Medio Oriente, no ha dejado de sonar
el ruido de las ametralladoras y los campos de refugiados en el mundo, sobre
todo en Europa se han ido acrecentando y las consecuencias que en ellos puede
tener este invierno van a ser fatales.
Lo que sí es
bueno enterarse, es que en muchos lugares del mundo y en los grupos mas
diferentes de personas, ha comenzado a aparecer un comportamiento solidario, un
inédito comportamiento altruista, que es un deseo no solamente de dar lo que a
uno le sobra, sino de dar parte de su tiempo y su entrega a alguna causa, aun a
riesgo de su salud y eventualmente de su vida.
He sido
testigo, en el caso del Puericultorio que los empleados acordaron estar allí
por unos 15 días de trabajo consecutivos día y noche y 15 con su familia, para
así reducir, en lo posible, el poder contagiarse del virus o poder
transportarlo si uno es asintomático.
Estos
hechos quizás no configuren un nuevo paradigma, pero sí nos ha hecho conocer a
los héroes anónimos que quedarán de esta
pandemia y que son sobre todo los médicos, los enfermeros y todo el personal
sanitario y aquellos que trabajaron en primera línea en las urgencias de los
hospitales, en los puericultorios y en los reformatorios. Héroes anónimos,
invisibles y silenciosos, gente con trabajos mal pagados, poco reconocidos
socialmente y de alguna manera “invisibilizados” pero llenos de conciencia
cívica, evidenciando que de alguna manera hay todavía una reserva moral en un
mundo cínico, frívolo y banal.
4. Tema. El avance tecnológico
Un cuarto
elemento donde sí se están configurando nuevos paradigmas y posibilidades
durante lo que será la post pandemia es observar, analizar y pensar lo que
serán las consecuencias económicas que está yendo paralela a la crisis
sanitaria. Muchos países aprobaron muchas medidas económicas urgentes,
generándose huecos fiscales que se tendrán que saldar después.
A países
como el Perú, felizmente esta plaga lo sorprendió con reservas económicas muy
buenas, que dieron pie a decisiones apuradas en lo sanitario y desastrosas en
lo económico. Como resultado hemos tenido y continuamos teniendo una de
las peores tasas de mortalidad en la
parte médica y un desastre en lo económico.
Las medidas
económicas caóticas tendrán un impacto inmenso en lo laboral. La pandemia ha
ayudado a que haya mas orden, eso es innegable, pero eso tendrá consecuencias
positivas recién en el mediano plazo.
En lo
laboral, en eso sí hay paradigmas totalmente nuevos, como consecuencia de la
irrupción masiva de lo tecnológico. En medio del trauma de la pandemia y sus
dolorosas consecuencias los ciudadanos han descubierto que nunca hubo previsión
en lo que concierne a salud y educación por parte de los gobernantes y que
quienes manejan el país, aun con dinero, eran incapaces de tomar medidas
puntuales, cautas y realistas que permitieran tener un manejo por lo menos
aceptable de la crisis. La incompetencia se notó en todo, en lo general y en lo
específico y lo peor, se encontró que han habido demasiados signos de
corrupción en la compra de insumos sobrevaluados, idas y venidas
contradictorias en la gestión de la crisis y peor aun la indecencia de hacer
las cosas con poca transparencia.
La pandemia
ha generado mejoras en lo tecnológico. Se sabía que en tiempos de guerra, la
tecnología bélica o sea la capacidad de hacer armas de guerra mas eficientes
avanza en forma exponencial y tiene consecuencias positivas al usar esas
tecnologías para fines pacíficos. Las guerras hacen avanzar también la
medicina, al mejorar la capacidad de curar, de operar con las mínimas
condiciones de higiene. La ciencia definitivamente ha avanzado.
El combate
contra este enemigo común, simultáneo y universal y para colmo invisible, como
era el coronavirus, ha permitido que en mucho la ciencia avance a pasos
agigantados en las formas de diagnóstico, de tratamiento de la pandemia para
reducir el agravamiento del mal y por lo mismo, que éste ya no sea letal.
Como nunca
han avanzado las posibilidades de producir respiradores artificiales y
tratamientos que permitirán reducir el índice de mortalidad. La concretización
de esto sería la producción de las primeras vacunas el próximo año.
Producir
una vacuna, no tomaba antes menos de 10 ó 12 años, mientras se hacían pruebas
contundentes que eliminasen cualquier riesgo al aplicarlas preventivamente en
un paciente. Esto se ha logrado hacer en menos de un año, pero esperamos que
este inédito logro no sea reflejo solo de ambiciones económicas de los
laboratorios mas conocidos, sino que detrás de ello haya una actitud altruista
por parte de quienes la produzcan.
Si eso
ocurriese bien harían los países de crear un fondo que a través de Naciones
Unidas les pague a los laboratorios todo lo que han invertido en hacer esas
vacunas y que solo cobren por sus patentes algo simbólico y no actúen con la
angurria de aquellos que creían haber encontrado la piedra filosofal, aquel
procedimiento que en la edad media se creía podía permitir fabricar el oro.
Si esta
transformación cualitativa ocurriese, sí podríamos afirmar que estamos frente a
un nuevo paradigma en la humanidad y los adultos daríamos un ejemplo a estos
niños a quienes el coronavirus, no sólo les robó un año escolar, lo cual es
recuperable, pero quizás a su padre, madre o abuelos y también parte de su
infancia.
La
obligación del confinamiento, también al no haber clases presenciales obligó a
generalizar la enseñanza a distancia, y a mejorar métodos de enseñanza a
distancia, a desarrollar la interconectividad de todo tipo y que la humanidad
avance en la interconexión digital, sobre la cual habían múltiples brechas.
Naciones
Unidas este año que celebró su 75 aniversario, ha hecho grandes esfuerzos para
que haya una política conjunta sobre esto gracias a un hombre visionario como
el actual secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres.
En lo
laboral hay otros nuevos paradigmas positivos. La necesidad del trabajo remoto,
no sólo ha obligado al uso intensivo de tecnología digital para el trabajo,
sino ha llevado también a reformularse y definir lo que es el trabajo en sí.
Pienso en
en el no superado libro de Jeremy Rifkin sobre el fin del empleo y el choque
del futuro de Alvin Toffler. En lo laboral, el mundo se centrará más en la
productividad que en las rutinas, más en cumplir objetivos que usar tiempo en
desplazarse y en muchos rituales innecesarios y jerarquizantes que implica el
trabajo en oficina. En el sector productivo, es imposible que el trabajo remoto
se imponga de un día al otro. Esa propagación del trabajo a distancia, el hecho
de que muchos puedan trabajar desde sus hogares en por lo menos parte de su
horario laboral, ayudará a una relación mas sostenida y cualitativa con sus
hijos si los tienen, o a ahorrar interminables horas que uno pierde en el
transporte público y evitar el stress correspondiente.
En el tema
laboral los paradigmas si serán totalmente nuevos y positivos, aunque las
consecuencias de la reducción de personal en muchas empresas, todavía no
muestra su traumático rostro y eso puede acarrear malestares sociales que se
agregarán a la pandemia.
Como ven,
solo en uno de los 4 temas, veo paradigmas positivos a corto o mediano plazo.
He seguido
los cambios que se están implementando en los cuatro países que están presentes
en este encuentro y creo que con algunas diferencias, los cuatro han
experimentado de una manera u otra, los impactos y tenido las reacciones que he
descrito.
No soy
pesimista en lo que he dicho, aunque por lo que he presenciado y vivido en esta
pandemia, tenga sobradas razones para serlo.
Creo que
hay una creatividad en los seres humanos para encontrar siempre alguna solución
y puede que esta pandemia sea el punto de quiebre para vislumbrar un mundo
diferente y solidario.
Si no
logramos eso y hacemos que la post pandemia, sea simplemente una versión
reeditada del mundo de ayer y no demos ese paso positivo adelante, a lo cual
este inmenso desafío nos invita, ahí sí, lamentablemente podremos decir que la
especie humana ya cumplió su ciclo en la Tierra, que ya es momento de bajar el
telón y apagar la luz.
Por el
momento guardo el beneficio de la duda.
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