Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
4-6-2018
Entre el castellano y
el japonés, una barrera aún difícil
En el marco del nutrido programa de actividades llevado a
cabo los días 25-26 y 27 de mayo, en Tokio, la FEMIP (Federación Mundial de
Instituciones Peruanas), impulsó la conferencia “Problemática en la pérdida del
idioma castellano dentro de la nueva generación peruana en Japón”, a
cargo de la docente Marcela La Madrid.
La situación, aún poco estudiada, es cómo asimilan los niños
castellano-parlantes el japonés y de qué modo la escuela nipona acoge a
infantes que no se adentran lo suficiente o con perfección en el idioma local.
El resultado es poco constructivo sino mínimamente alentador.
Algunos de estos niños y adolescentes nacieron en Japón y
son hijos e hijas de peruanos avecindados por más de dos décadas en el país
asiático. Aún a pesar del tiempo transcurrido son pocos los compatriotas que
manejan con fluidez el japonés. Decir que se expiden en castellano, más allá de
lo necesario, es una realidad.
De lo anterior puede inferirse que el idioma, o forma de
expresarse, que aprenderán estos infantes y adolescentes, será el de casa. Al
llegar a las aulas y con idioma materno distinto, la dificultad se multiplica.
En consecuencia sostener que su japonés es defectuoso, no constituye aserción
inexacta.
¡Precisamente el cuello de botella se presenta en ese
momento! Al no poder hablar con perfección el japonés por tener otra lengua
natal, sufren el acoso o burla inocente de la niñez nipona en el colegio, sea
primaria o secundaria.
Lo que es llamado bullying se presenta en el nivel escolar
con estudiantes peruanos que sólo pueden hablar castellano entre ellos, como es
obvio, pero que no alcanzan destreza en el manejo de un idioma sumamente
complejo como el japonés. Como distinta es la sociedad nipona que acoge a estos
inmigrantes.
Entonces son niños de origen remoto y con el castellano de
casa y de origen pero que no consiguen aún la interrelación imprescindible con
los niños japoneses que suprima barreras de idioma, proveniencia u origen. En
buena cuenta, están al medio de una nebulosa sobre la que el Estado peruano aún
no se pronuncia del todo. O es poco lo que se ha hecho.
Por ejemplo, Cancillería tiene el deber de orientar en la
interpretación de este fenómeno que afecta a la base misma de la migración
peruana en Japón: los niños. Además, también es previsible que el idioma
castellano amengue su influencia y que hasta languidezca como medio cultural de
asociación.
No se descarta que en algún momento, y por los motivos
múltiples que fuesen, turismo, visita, trabajo, los que hoy son niños retornen
a una tierra que no vieron nunca o la conocieron apenas y entonces deban
comunicarse. ¿Cómo lo harán si el idioma lo olvidaron o es tan elemental que
brillantes profesionales sean incapaces hasta de las más rudimentarias
construcciones lógicas para la oratoria sencilla?
Esto no es una irrealidad, ya sucede y el tópico debiera
merecer un cuidado especial de Cancillería y en dinámica relación con las
instituciones que agrupan a los peruanos en Japón. Nacieron probablemente por
allá pero la sociedad local posee patrones culturales muy distintos a los que
vieron al crecer en casa de sus padres, los primeros migrantes. Por tanto, ¿de
dónde son estos ciudadanos? No son estrictamente japoneses porque hayan nacido
allí. Lo más probable es que estén registrados en los Consulados peruanos. Tampoco
van a ser japoneses porque la nacionalización es harto complicada sino
imposible.
¿No es acaso, entre otras misiones, tarea del Estado peruano
la de preservar la nacionalidad más allá de las fronteras y, sobre todo, si son
profesionales de enorme calidad que pudieran contribuir al desarrollo del Perú?
Gran interrogante que aún merece muchísimas y refrescantes
respuestas.
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