Raquel Prialé o la
pasión romántica hecha poesía
por Jorge Smith; kokosmithm@hotmail.com
26-7-2018
La primera vez que escuché los versos de María Marián, fue
por la lectura de todo el poemario que me hizo llegar su propio hijo Horacio.
No me dijo él, a quién pertenecían los versos pero ya fue para mí un primer
deslumbramiento y al decirme que aquellos habían sido escritos por su madre -a
quien conozco- pasé sin tramité alguno de la sorpresa al asombro. Yo le dije
“Eso debería publicarse”. El me respondió que el libro ya estaba impreso y se
presentaría con el título Como
cuando se riegan jacintos tiernos. El volumen vino con un espléndido
prólogo del poeta Carlos Orellana.
Hace unas semanas, para mitigar nuestro pesar por la primera
derrota del Perú en el mundial comenzamos, esa misma tarde con Horacio, a
degustar algunos vinos. Conociendo mi gusto por la poesía, él me dijo: te voy a leer unos poemas de un autor que
creo que tú conoces. Ya habíamos entrado al segundo tercio, disfrutando de
un delicioso cabernet blanco, después de haber liquidado un merlot rojo. Dadas
las circunstancias, pensaba que me iba a leer, ya que
estaba frente a su laptop algunos poemas de Manantial de vino del
genial poeta chino de la dinastía Tang, Li Tai Po. Pero no, Horacio me leyó una
buena docena de poemas y me pidió adivinar de quién eran. Ya por su temática y
su forma y por el tono confesional y apasionado al borde del arrebato, me
hacían recordar a los románticos alemanes del siglo XIX en su mejor momento,
pero al admitirle que no podía adivinar, Horacio me espetó simplemente: "es
otra vez mi madre". Otro deslumbramiento, pero esta vez con yapa.
Digo con yapa en un sentido doble, pues la poetisa María
Marián en su segundo poemario titulado Muña con olor a viento se despoja de
su seudónimo y asume su propio y real nombre que es el de Raquel Prialé, pero a
su vez ratifica y define la atmósfera, el tono y el contorno de su universo
poético. Conserva como, en la primera entrega, ese tono a media voz, ese sotto
voce intenso y a veces desgarrado, con el cual la poetisa se desdobla y se
cuenta a sí misma a solas y en voz alta, cuitas que se dice a sí misma. Hay el
ritual de la rememoración de encuentros apasionados que ya presagian el sabor
amargo del desencuentro. Y lo que hay, lo que brota a borbotones en esos poemas
es la pasión, pasión mezclada de impaciencia y de urgencia, pasión que cuando
lo es en demasía, tiene el agregado trágico de ser conciencia, ser conciencia
de que aquello que lo suscita, sólo puede ser nuestro por un instante fugaz o
solo serlo, si se quiere prolongarlo, llevándolo al ámbito más seguro y
administrable que es el de nuestra imaginación.
La vida, para bien o para mal, está sometida a las leyes de
la gravedad en el sentido más literal, pero la pasión está sometida a las leyes
impredecibles de la física cuántica. Toda pasión tiene débiles certitudes
rodeadas de incertidumbres contundentes. Por tomar la metáfora futbolera: en
temas de pasión, en el tiempo suplementario creemos ganar, meter incluso el
primer gol, antes del desesperante empate, pero en los penales definitivamente
perdemos.
He releído, un mes después de la lectura que me hizo
Horacio, este segundo volumen de Raquel Prialé y lo he hecho, adrede después de
frecuentar y releer por enésima vez a muchos de los poetas del romanticismo
germánico del siglo XIX. Tener frescos esos referentes poéticos, es lo que me
ha hecho, evaluar y apreciar aún más lo valiosa que es la contribución de la
obra poética de Raquel Prialé y el justificado sentido que le doy, al título de
esta nota, tratando de significar, que lo valioso de ella es devolvernos en su
insolente frescura, lo que es la inspiración romántica. Es justamente ese
lirismo exacerbado, lo que le da a sus textos un valor universal e intemporal,
por eso da igual que hayan sido escritos ayer o hace más de 60 años (como
definitivamente lo fueron). Otro enfoque hubiese sido centrar su obra dentro lo
que podríamos llamar la vigencia del romanticismo en la poesía peruana. No es ese el enfoque por el cual opté.
El poeta de inspiración romántica es el poeta por
excelencia. Quiere cantar y hasta gritar su pasión pero al mismo tiempo es muy
celoso de preservar el territorio de su propia visión subjetiva del mundo. En
esta segunda entrega, la poetisa preserva su mundo del mundo exterior. A lo
único a lo que se le permite ser intruso, es a todo aquello que es objeto de su
pasión. Aquellos instantes de pasión, sí buscan ser prolongados, por la misma y
a veces compulsiva rememoración de momentos o detalles de algo que fue o que es
y no se quisiera que termine.
El romanticismo es eso justamente. Darle a los productos de
la subjetividad una dimensión casi cósmica, asociar al mismo ritmo del pasar
del tiempo, asociaciones a veces arbitrarias a través de talentosas metáforas.
Las mismas manifestaciones de la naturaleza terminan reflejando momentos de
nuestra subjetividad. Los títulos mismos de los dos poemarios de Raquel Prialé
nos hablan de eso.
Voy a citar dos simples extractos de dos de los más
conocidos poetas del romanticismo alemán como lo son Novalis y Mörike. El
primero fue inmortalizado por sus “Himnos a la noche” y algunos de sus versos
dicen:
“Ellos no saben, que tu eres
la que envuelves los pechos de la tierna muchacha
y conviertes su seno en un cielo,
ellos ni barruntan siquiera que
tu,
viniendo de antiguas historias,
sales a
nuestro encuentro abriéndonos el cielo.”
Mörike por otro lado es autor de algunos de los más hermosos poemas de la poesía romántica. Por
eso mismo le pusieron música a sus versos nada menos que Schumann, Brahms y
Wolf. Dicho sea de paso, el primero y el último de estos compositores murieron
locos. En el poema La doncella abandonada Mörike escribe:
Pronto, cuando los gallos cacarean,
antes que se disipen las estrellas,
debo estar junto al hogar,
debo encender el fuego. Ese
hermoso brillo de las llamas,
el saltar de las chispas,
contemplo su
crepitar
sumida en la tristeza.
Recuerdo de pronto,
muchacho infiel
que por la noche he soñado contigo.
Estos fragmentos de Novalis y Mörike tienen equivalentes en la obra de Raquel
Prialé. La poetisa no tiene que haberlos conocido, ni tenerlos como referentes.
Muchos pueden escribir excelentes textos literarios, pero poquísimos pueden
alcanzar un nivel poético. Ella lo logra y punto.
He aquí unos fragmentos de poemas que se incluyen en Muña
con olor a viento:
“He derramado cien lágrimas por la pendiente de mis
senos y en
una laguna enorme se ha posado mi tristeza
hasta pesarme como cristales rotos por la noche oscura. La angustia
tiene los pliegues de mi vestido negro.”
Luego:
“Miro al costado, miro
el brazo que me oprime,
es alguien que me dice al oído:
“deja de
llorar, te traje un pedazo de cielo para que juegues hasta mañana.”
Y también:
En lo más profundo de mi sueño escuché tu voz
y como un anzuelo me arrastró tu olor, tu
nombre amado.
Con desesperados empujones
a la cortina que pesaba en mis pestañas
sumergida desperté en el gusto que dejaste en mis hombros.
El poder de la
inspiración romántica en poesía no es tratar de ser original a cualquier
precio, sino en el dosaje de intensidad y sinceridad absoluta. Es un precio
alto el que se paga al escribir poesía romántica, pues como decía un bello vals
hay que escribirlos con tinta sangre del corazón. El poeta romántico es la
antítesis del rapero, que podría escribir todo un poemario inspirado en lo que
dice la primera página de cualquier diario. El pleito del poeta romántico es de
otro nivel, lo es con los temas que son la emboscada permanente del ser humano
o de la condición humana como tal, como lo son la pasión real o subjetiva, la
separación, la ausencia, la muerte y la nostalgia.
Martin Heidigger, el gran filósofo, era muy claro al
reflexionar sobre sobre lo que está al origen de la inspiración poética cuando
reflexiona sobre la obra de Hölderlin, de Rilke y de Trakl. Para él, el poeta
es tal porque la poesía habla a través de él. En medio del ruido mundano, el
poeta auténtico escucha el llamado de lo poético. Los escogidos vierten su
visión de las cosas y su propia subjetividad en un lenguaje de una lógica muy
especial, en apariencia caprichosa pero que tiene una rigurosa lógica interna.
La jerga poética específica puede ser en un momento desconcertante, pero el
rigor de las palabras e imágenes que se utilizan no son arbitrarias aunque lo
parezcan.
Los frutos de ese jardín que nos entrega Raquel Prialé,
donde crecieron jacintos y muñas, ya nunca se marchitarán. Fueron escritos hace
más de sesenta años pero ya están grabados en la eternidad.
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