Sunday, May 31, 2015

En descargo del “Viejo loco del Metropolitano”

En descargo del “Viejo loco del Metropolitano”
por Juan Verástegui; alertasenhal@gmail.com
https://herbertmujicarojas.lamula.pe/2015/05/31/en-descargo-del-viejo-loco-del-metropolitano/herbertmujicarojas/

30-5-2015

El anecdótico episodio del “Viejo loco del Metropolitano” que tuvo difusión tanto en las redes sociales como en medios televisivos y que, incluso, tuvo su pico en el lanzamiento de un reggaeton alusivo, no tendría mayor trascendencia si no fuera que ha desnudado y ha puesto en evidencia el deterioro de valores como el del respeto cívico, la solidaridad social y la objetividad periodística que deberían ser guías fundamentales que normen nuestra conducta.

Pongámonos por unos momentos en el lugar de un profesional médico que ha radicado en Estados Unidos durante 12 años y que regresa al país deseoso de contribuir al desarrollo de su nación imbuido de una percepción social diferente para el común de ciudadanos. Intentando, no sin dificultad, reinsertarse en ámbitos muy particulares de la especialidad de la oftalmología. Este adulto mayor de 67 años, al ingresar al sistema de transporte del Metropolitano, encuentra que el bus está atiborrado de pasajeros sentados y de pie y que en el asiento rojo preferencial reservado por ley para minusválidos, embarazadas y ancianos, se halla orondamente sentado un jovenzuelo portando un enorme paquete que en ningún momento debió haberse permitido ingresar al bus. El anciano le solicita al mozalbete de manera cortés, en forma reiterada y hasta por cinco veces, que ese asiento está reservado y debe levantarse. La respuesta es tajante, insolente y cínica: “No me da la gana”. Ante esta situación el anciano llama al conductor del bus para denunciar esta anomalía sin obtener absolutamente ninguna respuesta. Es evidente que en el moderno sistema de buses del Metropolitano el respeto, la cortesía y los conductos regulares de reclamos no funcionan.

Lo único que queda para ese sorprendido y desconcertado anciano es levantar airadamente la voz. Una mujer joven sentada en otro asiento rojo se levanta y le ofrece su lugar pero el anciano rehúsa su ofrecimiento haciéndole notar que se trataba de una dama y que quien debía levantarse era el insolente joven. Lo que siguió fue un inaudito linchamiento verbal de los no solidarios y ciertamente poco educados pasajeros. “Bájate del bus”, “Toma un taxi”, “Viejo loco”, “Viejo de mierda”. Finalmente el muchacho se levanta pero… solamente para ocupar con todo desparpajo ¡otro asiento rojo! Sin embargo, los pasajeros continúan vociferando “Lárgate”, “Viejo fumón”, “Lárgate o te sacamos”.

Finalmente el anciano logra su objetivo y se sienta en su asiento preferencial, pero el bus se detiene en el paradero Plaza Flores durante varios minutos. El conductor había solicitado la presencia de personal de seguridad, una señora con chaleco amarillo ingresa al vehículo y pide directamente al adulto mayor bajarse del bus. Sin embargo, al obtener del agraviado el relato detallado de lo acontecido por fin surge en el pandemonio un atisbo de cordura, sensatez y justicia: la funcionaria de seguridad cambia de conducta y le ordena al grosero y descortés joven que se baje con su bulto.   

Ante esto la multitud de pasajeros decide transformarse en juez y jurado. Amenazantes vociferan y protestan airadamente exigiendo “que se baje el viejo” (y no el “pobre” muchacho). Sin embargo la funcionaria del Metropolitano exige cordura, ecuanimidad y respeto; ordena que el anciano permanezca en el asiento rojo y que el bus continúe su recorrido, imponiendo tranquilidad y silencio. En el resto del viaje no hay intercambio de palabras. Pero faltaban las escenas finales: Al bajarse en uno de los últimos paraderos uno de los más “ilustrados” y “cultos” pasajeros de la turba aprovecha para escupirle en la cara al anciano mayor y escapa raudo. En el epílogo, el desvergonzado jovenzuelo protagonista de esta historia, indigno representante del “civismo” peruano, se baja con su inmenso bulto no sin antes despedirse del “viejo loco del Metropolitano” estirando la mano hacia él y levantándole el dedo medio con una sonrisa burlona.

Pero el episodio no termina aquí. El incidente ha sido filmado por varios pasajeros y ofrecen en las redes sociales versiones tendenciosamente parciales de lo sucedido. Medios de comunicación televisivos se enteran y hacen eco de él. Se inicia la febril cacería del “Viejo loco del Metropolitano”. Perdiendo toda objetividad anatemizan al adulto mayor llamándolo “hijo de la dulce provincia de Ascope” o “el hombre más buscado del Metropolitano” y, alevosamente y con ventaja, emiten por anticipado su veredicto concluyendo que la defensa de sus propios derechos cívicos constituye un “hecho indigno”, ocultan y editan gran parte de las agresiones contra el anciano, obsesivamente lo investigan en Reniec, obtienen su dirección, entrevistan a vecinos, lo acosan a su celular, quieren obligarlo a que declare ante un medio abiertamente hostil y parcializado, lo ubican en su centro privado de trabajo, lo filman ilegalmente con cámara oculta, interrogan a sus pacientes y han logrado por fin que se le suspenda temporalmente en su centro de trabajo con la posibilidad que pierda su puesto definitivamente. Al linchamiento verbal se sumó ahora un inmisericorde y absurdo linchamiento mediático.

Como resulta evidente, este lamentable episodio ha desnudado las falencias de una educación cívica deplorable, ha expuesto la impotencia de los adultos mayores para ejercer sus derechos ante una horda de sujetos primitivos y ha evidenciado que estamos a merced de una prensa amarilla que hace gala de una flagrante falta de ética profesional.


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