Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
13-7-2025
Comer sinónimo de gobernar
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¿Algo, en lo esencial y efectivo, ha cambiado desde
cuando, más de una centuria atrás, lo denunciara Manuel González Prada en
Nuestros ventrales?
El cuentazo que
la comida nos brinda un camino liberador y que no es básicamente un magnífico
negocio de diminutas sociedades, pareciera haber sido analizado mucho antes por
la filuda pluma de don Manuel. Leamos.
“Comer se ha vuelto sinónimo de
gobernar: a los Presidentes se les exige, más que buena sustancia gris en el
cerebro, jugos poderosos en el aparato digestivo. Los mandatarios reclaman a su
vez la recíproca: riéndose de principios y doctrinas, confesando que el vientre
sobrepuja a la cabeza, no admiten más programas que transformar al pueblo en
una manada de ilotas con las rodillas en el suelo y la boca en el pasto. (Se
sobrentiende en la ración estrictamente necesaria).
No parece difícil conseguirlo. Abundan
hombres que teniendo una copa de vino y un churrasco, viven dichosos sin
importarles nada que un bárbaro de charreteras nos desplume y nos abalee ni que
otro bárbaro de tiros cortos nos desnude y nos ahogue en una pila de agua
bendita.
Permanecen tranquilos, celebrando el
civismo de los Gobernantes, encareciendo los adelantos del país y celebrando
las excelencias de la paz. Bien atiborrados ellos, todo anda perfectamente; mal
comidos, todo va de mal en peor. Son microbios que reciben la coloración del
reactivo, y el reactivo es el caldo con mucha o poca sustancia. Puros
Ventrales.
Hoy no se concibe la existencia de
partidos ni la formación de oposiciones desinteresadas. Los grupos no se
constituyen por asociación de individuos bien intencionados, sino por
conglutinación de vientres famélicos: no se alían cerebros con cerebros, se juntan
panzas con panzas.
Cuando nos digan: "Ayer se
congregaron más de trescientos notables para organizar un nuevo partido",
oigamos que ayer se conchabaron más de trescientos vientres para ver el modo de
locupletarse. Gobierno y oposición, meras fases del asunto culinario. Demos a
los más feroces oposicionistas una cuchara que meter en la olla del
presupuesto, y ya veremos si encuentran sabroso el guiso que segundos antes
juzgaban desabrido y malo. Puros Ventrales.
Ese banquetear de Lima (digamos de una fracción limeña)
contrasta con la miseria general del país, da la falsa nota de regocijo en el
doloroso concierto del Perú, es un escarnio sangriento a los millares de,
infelices que tienen por único alimento un puñado de cancha y unas hojas de
coca.
Vemos la prosperidad de una oligarquía, el bienestar de un
compadraje; no miramos la prosperidad ni el bienestar de un pueblo.
Lima es no sólo, el gran receptáculo donde vienen a
centralizarse las aguas sucias y las aguas limpias de los departamentos: es la
inmensa ventosa que chupa la sangre de toda la Nación. Esas quintas, esos
chalets, esos palacetes, esos coches, esos trajes de seda y esos aderezos de
brillantes, provienen de los tajos en la carne del pueblo, representan
las sangrías administradas en forma de contribuciones fiscales y gabelas de
todo género.
Merced a las sociedades anónimas, todo ha sido monopolizado
y es disfrutado por un diminuto círculo de traficantes egoístas y absorbentes.
Fuera de ellos, nada para nadie, lo mismo en los negocios que en la política,
salvo haciendo los postulantes el sacrificio de convicciones y dignidad.
Consigna -la abyección y la obediencia.
Los diarios no necesitan afanarse mucho
para inquirir noticias gastronómicas y llevar tanto la baja de los
vecinos que ponen mantel largo como el alza de los que se limitan al
puchero cotidiano: los anfitriones mismos se cuidan de llevar el dato al
periódico, muy ufanos de reunir seis comensales y muy convencidos de ejercer
una de las más altas funciones sociales al comerse un pavo y destapar una botella
de champagne.
Merced a la divulgación de los ágapes
caseros, ya estamos en condiciones de no ignorar cuándo echa sus primeros
dientes el hijo de un subprefecto y cuándo cumple los setenticinco la suegra de
un ministro.
Los banquetes a los verdaderos y a los
falsos personajes se repiten con frecuencia que raya en lo maravilloso, en lo
inverosímil. Al pobre Candamo, con ofrecerle tanta comilona, le apresuramos su
viaje para el otro mundo, a Menéndez Pidal le hicimos conocer indigestiones más
serias que las producidas por el garbanzo y el gazpacho, a Sáenz Peña le dimos
razón para sostener que una batería de cocina puede hacer tanto mal como una de
Schneider-Canet, a Root no le derribamos de una buena enteritis por haber tenido
la feliz idea de salvarse a tiempo. Vivimos en perpetuas bodas de Camacho.
Los almuerzos suceden a los almuerzos,
los lunches a los lunches, las comidas a las comidas, las cenas a las cenas. Se
engulle sólidos y se bebe líquidos a punto que bajo el lema de Vida Social o
Notas Sociales, los diarios serios han abierto una sección especialmente
consagrada a contarnos dónde funcionan con mayor actividad las cucharas, los
tenedores y las copas.
Hay la bolsa culinaria, como hay la
bolsa mercantil. Las redacciones parece que tuvieran personas encargadas de
huronear en las canastas del recado para ver cuáles llevan una gallina, y
husmear alrededor de los fogones para descubrir cuáles trascienden a
extraordinario.
El menú de las comidas merece lugar tan
importante como la relación de una corrida o de una fiesta religiosa; así que
todo buen periodista debe tener en su mesa de redacción un Arte de Cocina junto
al Año Cristiano y a un libro de Tauromaquia”. Nuestros ventrales,
Manuel González Prada, Horas de Lucha, 1908.
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