Wednesday, July 30, 2025

¡Superávit de Chí Cheñós!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

30-7-2025

 


¡Superávit de Chí Cheñós!

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Luego de los maratónicos mensajes presidenciales de los últimos años, una raza “distinta” renació en la política peruana: los Chí Cheñós. Adulones redivivos en el tiempo, chaqués con ruedas o perros parados, otorgan la pintoresca y ridícula imagen a este frío mes de julio.

 

No necesitamos políticos o ministros Chí Cheñós. Y como abundan los iletrados capaces de entablar juicios por cualquier cosa, es importante recordar algo de literatura, mucho buen humor y socarrona llamada a la cultura.

 

Acudamos a la ayuda invalorable del tradicionista Ricardo Palma en su sexta serie:

 

Lima, como todos los pueblos de la tierra, ha tenido (y tiene) un gran surtido de tipos extravagantes, locos mansos y cándidos. A esta categoría pertenecieron, en los tiempos de la República, Bernardito, Basilio Yegua, Manongo Moñón, Bofetada del Diablo, Saldamando, Cogoy, el Príncipe, Adefesios en misa de una, Felipe la Cochina, y pongo punto por no hacer interminable la nomenclatura.

 

Por los años de 1780 comía pan en esta ciudad de los reyes un bendito de Dios, a quien pusieron en la pila bautismal el nombre de Ramón. Era éste un pobreton de solemnidad, mantenido por la caridad pública, y el hazmerreír de muchachos y gente ociosa. Hombre de pocas palabras, pues para complemento de desdicha era tartamudo, a todo contestaba con un sí señor, que al pasar por su desdentada boca se convertía en chí cheñó.

 

El pueblo llegó a olvidar que nuestro hombre se llamaba Ramoncito, y todo Lima lo conocía por Chicheñó, apodo que se ha generalizado después aplicándolo a las personas de carácter benévolo y complaciente que no tienen hiel para proferir una negativa rotunda. Diariamente, y aun tratándose de ministros de Estado, oímos decir en la conversación familiar: «¿Quién? ¿Fulano? ¡Si ese hombre no tiene calzones! Es un Chicheñó».

 

¿Le sorprende, amigo lector? Adulones, lo que en lenguaje popular, se llama sobones, abundan pero florecen con su desvergonzada y sin rubores cuota de sometimiento cuando de encomiar superlativamente se trata el discurso de gil y mil.

 

Apenas producida la luenga peroración de doña Dina, los heraldos tartufos visitaron sets y micrófonos para expresar sus lectivos y sobones puntos de vista. Llaman a eso: defensa del régimen.

 

El Chí Cheñó es un dador del sí a prueba de balas, sobre todo al jefe del Ejecutivo. ¿Qué garantías ofrece de parsimonia, equilibrio, o justicia el flamante discurso?: wait and see.

 

He allí el peligro de tener por anticipado la anuencia entusiasta de ministros falderos que no aciertan a diferenciar un ornitorrinco de un celular, pero sí son capaces de arropar imposturas con toneladas gárrulas y ociosas y desfilando por las tenebrosas caras del peor castellano que háyase escuchado por nuestros pagos.

 

La política, que debiera ser escuela dentro de un apostolado, persiste en charco, fango, pantanoso accidente de nuestra controvertida historia en la que ser político equivale a ser un genuino ganapán terminal.

 

Pertinente siempre, aludir a los clubes electorales, alias partidos políticos. Una somera revista de sus redes sociales da cuenta de una pobreza en la formación intelectual o estudiosa de los temas de gobierno ¡miserable!

 

Ignorantes en cualquier ciencia o investigación, pontifican sobre cómo el “pueblo está volviendo” al partido tal o cual. ¡Como si la afiliación o adhesión a una colectividad, fuera un guiño de ojos y ¡producido el hechizo!

 

Multitud de cadáveres que no iban más allá de sus catafalcos, los abandonaron, avituallaron portátiles y consiguieron banderas y volantes para vitorear al orador durante el discurso. ¡No importa ni un ardite qué digan o dejen de decir, conviene arroparlos en lemas y estribillos!

 

La migración de no pocos adefesios hacia la maquinaria del gobierno en el Estado, garantiza una mediocridad impresionante. ¡No saben qué hacer a excepción de contratar al hermano, a la cuñada, a la querida, al rompehuelgas, para que sean vigilantes de su entorno más cercano como administrativo!

 

¿Y del pueblo quién se ocupa? Los Chí Cheñós, pelotones de secretarias, divisiones de asesores, tropas de anuentes, trabajarán por conservar el puesto, sin olvidar que una de las premisas es decir Chí Cheñó.

 

¿Qué le pasó a un antaño partido que se rindió a la caudalosa e incontenible voluntad de un demagogo? Los resultados son añicos, del pasado, cada vez más lejano, sólo reminiscencias y recuerdos de los octogenarios. De futuro y porvenir ¡nada!

 

Construir sobre barro (imitadores, clowns, bufones, repetidores malos) sólo afianza una destrucción incontenible hecha sobre cimientos que fueron sangre, sudor y lágrimas en la construcción de un Perú libre, justo, culto y digno.

 

Los Chí Cheñós se hacen de la vista gorda ante las gruesas mentiras que propalan sus “líderes", ellos son los que manejan la distribución de los pagos y una contravención podría privarles de su diario sustento. Como que un estipendio mayor, les haría trocar de tienda o simpatía.

 

La mente crítica, curiosa, persistente, inquisidora para saber más, debiera ser todo lo opuesto a los Chí Cheñós de todas las épocas. Desde los días infantiles el espíritu inconforme y curioso, debe presidir los juegos y reglas.

 

Los Chí Cheñós sólo abonan un terreno que perfila el caos y la hecatombe y sus fautores elementos negativos para cualquier sociedad y la peruana no es una excepción.

 

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