Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
11-5-2025
¡Presidentes debían pagar al Perú!
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¿Qué gastos asume un o una
ciudadana cuando llega a la primera magistratura por elección o por casualidad
que incluye traiciones y apuñalamientos? ¡Basta con que dé una instrucción y
los ayudantes se encargan de movilizar los recursos, rápido y contra quejas!
En Palacio un mandatario no
gasta, abre la boca y la vocación de vasallos y turiferarios brota como por arte
de magia, y el de más allá compite con el de más acá, para demostrar su
servilismo a prueba de balas.
¿No nos hemos percatado,
múltiples veces que las comilonas, banquetes, al gusto del precario ocupante,
comporta el gasto de miles de soles que se giran de los fondos que mensualmente
los ciudadanos pagan como impuestos?
¿Necesita juegos de copias
por la cantidad que fuese y, no se las hacen de inmediato y se reparten ante lectores
nulos que ni abren los folios? ¿Quién se ha puesto a evaluar las sumas ingentes
que un gobernante dispone reproducir aunque no sea más que para cumplir la liturgia
burocrática y documentaria?
Entonces es irrefutable, la
premisa que un jefe de Estado, lo único que no hace, aparte de nada, mientras
dura su encargo ¡es gastar de la suya! La ajena, la del resto de peruanos, es
insumo y combustible que los irresponsables queman como si el mundo fuera a
acabarse mañana mismo.
¡Precisamente, esas prisas
tienen una explicación tentativa! El que llegó por votos que luego traicionó
desde las alturas, o quien entró por la ventana, tiene la certeza que la fiesta
le durará poco o muy reducido tiempo. Es decir, debe apresurar el paso para la
obtención de logros diversos.
Y entre esos objetivos, el
turismo se lleva las palmas. ¿Qué logros han obtenido nuestros presidentes
desde hace largos años cuando se van de excursión fuera del país? Los chascos,
ridículos y desaires son numerosos. Deberíase hacer una enciclopedia que
compendie las hilarantes majaderías del titular en el cargo así como de sus
acólitos anuentes.
Algo más de dos decenios
atrás, un avión peruano viajó a China, el canciller de entonces, Adonis de
juguete, no tuvo la menor vergüenza que llevarse a su novia entonces que ¡ni siquiera
trabajaba en Torre Tagle!
La perversa costumbre de
dar como propios los bienes y recursos del Estado, tiene majadera presencia en la
historia del Perú republicano. Y de las triquiñuelas alrededor del fenómeno,
nos contó Ricardo Palma cuando escribió sobre el cañoncito de Ramón Castilla.
Los que están dentro
aprietan el paso y llenan los bolsillos, engrosan de sellos el pasaporte y
sienten que han trascendido urbi et orbi. Los que están, fuera anhelan con
desesperación arribar y cruzar el Rubicón para tener la suerte y alforjas
plenas en billetes, casi siempre de proveniencia sucia.
Una observación simple
hacia los clubes electorales, alias partidos políticos, nos otorga la muy
penosa comprobación que en lugar de ser escuelas de civismo y honestidad, son
usinas de entrenamiento de gángsteres y expoliadores del dinero público.
¿Para qué se endeudan no pocos
postulantes? ¿Van a pagar de la suya, una vez en el escaño como senador o
diputado? ¡Bah! Será el archiconocido tráfico de influencias en las alturas y
oficinas del gobierno, la gallina de los huevos de oro que proveerá y saldará
esas inversiones.
Ridículos de prontuarios
ricos en asaltos visitan sus “bases”, gastan en portátiles que vivan sus
discursos más bien tartamudos y huérfanos de entereza moral para mirar de frente
y sostener públicamente que ¡no robaron!
Dirán algunos que salieron “limpios”
de todos los juicios. Pero reza el dicho: ¡cuando el río suena es porque piedras
trae! ¡Como si no supiéramos que la administración de justicia es una tómbola y
una rifa en el Perú!
El puesto público de
elección y designación, en un 90% de los casos, no reviste un espíritu honesto
de consagración al prójimo desde la función administrativa. Lamentablemente el
afán depredador signa al universo político, económico y financiero.
Entonces ¿cuánto gasta de
la suya un presidente? ¡Abre la boca y sus deseos son órdenes! A ese servilismo
y complicidad, llaman en Perú “vocación presidencialista”.
¿Cuánto manda realmente un
presidente en Perú? ¿O administra más bien las ordenanzas que potencias decisivas
en el mundo, dictan para su cumplimiento? Los de afuera estiman qué producción
y cuándo, volúmenes y estacionalidades. Las oficinas que estudian riesgos
determinan a qué precio vil deben venderse las empresas “en quiebra”.
Y hay gonfaloneros que
pululan bien rentados en los miedos de comunicación para hacer eco y propaganda
a sus conclusiones “científicas”.
Los que lleguen a la
presidencia, en honor al deber de servicio deberían pagar al Perú y cobrar S/
100 soles mensuales. Todo lo demás lo obtienen gratis o de manera poco clara.