Con estupor leí que el Congreso de la República había aprobado una Ley que declara al Señor de los Milagros "Patrono del Perú" (13/oct/2010), el texto de la ley: "Declara a la imagen del Señor de los Milagros Patrono de la Espiritualidad Católica del Perú y símbolo de religiosidad y sentimiento popular" (Art. Nº1). La cual fue públicamente firmada y ordenada de publicar por el Presidente de la República durante la Procesión del Señor de los Milagros el pasado 18 de octubre.
Para los entendidos éste es un despropósito, pues quien declara o no Patrón a una advocación o santo dentro del culto que rinden los católicos, es la autoridad eclesiástica, es decir, el obispo de la diócesis, y cuando el culto es refrendado por el Vaticano porque comprende a muchas diócesis, por el mismo Papa… ¿qué significa esta intromisión en los fueros eclesiásticos por parte del Congreso y del Presidente de la República? Primeramente su desubicación total, ellos han sido elegidos para legislar y gobernar sobre la "cosa pública", no sobre la "espiritualidad de los católicos" que, como su definición indica, es la "Cualidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a la condición de eclesiásticas, el conjunto de ideas referentes a la vida espiritual".
Seguidamente, el Congreso incrementa el despropósito y en un arranque de inmensidad megalómana declara: "al Señor de los Milagros patrono de la espiritualidad católica de la república del Perú (…) cuya festividad se celebra dentro y fuera del país en el mes de octubre de cada año" (Art. Nº 2), proclamando la omnipotencia presidencial urbi et orbi.
La Ley 29602 es írrita por carecer de sustento jurídico, pero además atropella el principio fundamental del Estado laico y el respeto a la diversidad religiosa que la Constitución proclama. Además de ser una grotesca injerencia del Estado en los fueros eclesiásticos.
Recuerdo entonces al joven laico, lúcidamente anticlerical, que lideró la lucha contra la consagración del país al Sagrado Corazón en mayo de 1923, y cuyo encendido verbo en el entierro de sus víctimas lo encumbró como el político más gravitante del siglo XX… ciertamente García II no es discípulo del joven Haya, es más bien heredero de Leguía u Odría, que con consagraciones y grados militares a las imágenes religiosas buscaron cooptar el caudal político de la feligresía católica, sin respeto por sus creencias ni su espiritualidad.
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